Published on 2018-02-06 by
Lisandra Nieto Basnueva
Por estos días de febrero, la fortaleza de San Carlos de la Cabaña resplandece con su agitada mar de pueblo disfrutando de la Feria Internacional del Libro. Pocos se detienen a pensar que esta amurallada construcción terminada en el lejano año 1774 fue la edificación militar española más grande de América en su tiempo para proteger la ciudad de ataques de enemigos de la corona.
Cuando en el siglo XX, desapareció su carácter defensivo, el fuerte cumplió funciones de almacén, alojamiento de tropas y prisión. Al triunfo de la revolución, fue tomada por el comandante Ernesto Guevara, quien radicó allí su comandancia.
Entre los años 1986 y 1992 fue restaurada y desde entonces forma parte del Parque Histórico Militar que muestra a quien la visita la historia del lugar, múltiples salas de museos pueden ser visitadas. Desde entonces igualmente es sede de numerosos eventos culturales y turísticos y es sin duda un espacio de calles adoquinadas inundadas de luz y sombra, plazoletas abiertas a la brisa donde cada quien escoge como recrearse ante la excepcional vista panorámica de la ciudad desde la entrada de la bahía.
Desde su construcción, La Cabaña, como popularmente se le conoce, está estrechamente unida a una de las más arraigadas tradiciones de La Habana: el Cañonazo de las nueve que en épocas coloniales avisaba la apertura y cierre de las puertas de la muralla que rodeaba a La Habana y la colocación y retirada de la cadena que, situada entre los castillos de La Punta y el Morro, cerraba la entrada del puerto. Hoy esta ceremonia, efectuada por una dotación de soldados vestidos a la usanza del siglo XVIII, es una de las actividades más atractivas que el recinto ofrece.
La imponente muralla, inexpugnable valladar antaño y hoy soleado balcón sobre la ciudad con sus florecidos jardines y vigilantes cañones es un lugar ideal para el descanso activo y evocador.
Por: Fernando Almenares Molina